29 enero, 2007

Chico P. contraataca


Por fin había llegado, ya era el día, ya tenía 18 años.
Llegaba tarde, pues mi primer regalo lo había recibido el día anterior, asistir al plató de Operación Triunfo, donde, por cierto, disfruté mucho ya que estaba en mi ambiente: luces, música, sonido, cámaras, etc.
Eran las 10, y al entrar en clase me encontré una bonita dedicatoria a Arial 2.120 en la pizarra que solo podía haber sido escrita por semejante botarate. Prefiero no reproducirla, porque me entra la mala hostia.
Aún sabiendo casi al cien por cien quién había sido el autor, decidí cerciorarme por ahí. Por supuesto, la información fue corroborada.
Pero fijaros si es hipócrita, falso y trapero, que nada más verme en el pasillo, antes del suceso, se acercó a mi el primero, y mientras me daba la mano con esa estúpida sonrisilla de imbécil que tiene siempre puesta me dijo: “Felicidades, Prieto, ya puedes irte de putas”. Como comprenderéis mi cara era digna de foto en ese momento.
Pues bien, una vez poseyendo esta información, me acerqué a él y le dije que en todo lo que él se resumía era en la palabra “IMPRESENTABLE”, adjetivo asociado a su nombre primaveral y a su presencia de “fina y segura”. Arremetió contra mí aludiendo, como siempre, a mis parientes más cercanos, haciéndose el chulo putas con el ácido úrico alto.
Aunque, por increíble que parezca, todo no terminó ahí, pues al llegar del segundo recreo, me lo encontré, de nuevo, con su fachada de falsa felicidad, en medio del aula, con mi estuche a tres centímetros de la punta de su pie derecho, y en el suelo.
Le pregunté: “¿¡Qué haces!?" y la única respuesta que se le debió ocurrir fue: “Yo no he sido”.
Ya, con las narices muy hinchadas, le imperé que lo devolviese a su sitio, y de nuevo, como es normal y era de esperar, mi imperativo se lo pasó por el forro.
Entonces, dejándome llevar por un ataque de rabia, y sin saber de dónde saqué las fuerzas, le levanté a él, 80 kilos largos de gilipollas, y a su mesa, volcando ésta última y desparramando, así, todos sus libros por el suelo. (No me siento orgulloso de ello, ya que no creo que sea la reacción de un ser inteligente, y admito que me puse por debajo de su nivel, pero ya no lo puedo echar atrás.)
De nuevo empezó a amenazarme con partirme la cara y esas cosas, a las cuales yo hice oídos sordos y seguí gozando de su sentir del ridículo viendo que todo el mundo se reía, y por fin su estupenda actuación había tenido su recompensa.
Obviando al ñu africano en cuestión, que se pone violento cuando está en celo o cuando está enamorado, todo transcurrió bien y no pudo aguarme el día de mi 18 cumpleaños.
Finalmente, por la noche, como cada viernes, fuimos al “273” dónde lo pasamos muy bien.
Buenas noches y hasta mañana.