Otro curso pasa a la historia.
Otro curso más en ese bendito colegio, dónde durante toda mi vida me fui, me voy, y me iré formando como persona.
Parece mentira, pero es verdad, en ese colegio te formas como persona, pero no solo por la educación que te puedan dar educadores y otros supuestos, si no que únicamente observando, se aprende.
Se aprenden valores tan positivos como por ejemplo: la simpatía, la amabilidad, la buena convivencia, la tolerancia, etc. Aunque también malos, semejantes a las malas contestaciones, y el que más brilla por su esplendorosa presencia en cada uno de los resquicios de ese edificio, la hipocresía.
Ya me han dicho, y sé que es verdad, que decir siempre la verdad es muy bonito, pero poco..., ¿cómo podría llamarlo? ¡Ah si! favorable.
Todo esto podría ser comparado con un "reality show "de éstos que ponen ahora, Supervivientes. Cada día debes buscar un nuevo método de subsistencia e ir perfeccionando tus técnicas para conseguir burlar a tu hambriento depredador.
En numerosas ocasiones, he llegado a pensar que quizás sea que la mayoría de la gente que trabaja allí cumple el típico tópico del profesor amargado, sumergido en el mundo de la docencia porque si intenta desarrollarse o explayarse en otros campos, se siente inferior y no tiene ese sentimiento de poder, de superioridad, de tener el futuro de un puñado de jóvenes en sus manos.
Aunque, eso si, gracias a Dios contamos con unos inspectores, y unas personas muy caritativas que recomiendan ciertas revisiones por si pueden así solucionar el gran problema que puede tener alguno de sus tan queridos, amados y apreciados alumnos.
Pero puede que dichos inspectores no sean tan efectivos en los casos en los que gracias a ventajas absurdas y perjudiciales, otorgadas a ciertas personas que se lo han currado realizando ese trabajo tan costoso y desagradable que consiste en chupar el culo del jefe para anular esa posible objetividad y cambiarla por un trato muy poco profesional y subjetivo, ya que no tienes la formación suficiente para desarrollar tu trabajo con una mínima brillantez y decencia, como es el caso de N., a quién se califica muy bien en una redacción elaborada por un amigo mío, que algún día lograré publicar.
Lo cierto es que se me hará raro el no oír el maldito despertador cada mañana a las siete, como si me hablara diciéndome: "Jódete, jódete, que es hora de levantarse" y el hacer el esfuerzo de no pararlo y seguir durmiendo, igual que el sonido de los timbres, los niños de párvulos desgañitándose, el cambio de idioma de Paco para mandar cerrar las ventanas, las calumnias de Penalba, los tarareos de Fredi, la cara de Herranz cuando descubre quien le llama por el móvil cuando está en clase, el intento de Francesc por contener la risa, las correcciones de Mayans al profesor, mis actividades “espiatorias” en la puerta esperando al siguiente profesor… ¡Son tantas cosas!
Lo echaré mucho en falta, aunque espero, si todo va como yo espero que vaya, que el doce de septiembre del curso que viene, todo vuelva a su cauce.
Parece mentira, pero es verdad, en ese colegio te formas como persona, pero no solo por la educación que te puedan dar educadores y otros supuestos, si no que únicamente observando, se aprende.
Se aprenden valores tan positivos como por ejemplo: la simpatía, la amabilidad, la buena convivencia, la tolerancia, etc. Aunque también malos, semejantes a las malas contestaciones, y el que más brilla por su esplendorosa presencia en cada uno de los resquicios de ese edificio, la hipocresía.
Ya me han dicho, y sé que es verdad, que decir siempre la verdad es muy bonito, pero poco..., ¿cómo podría llamarlo? ¡Ah si! favorable.
Todo esto podría ser comparado con un "reality show "de éstos que ponen ahora, Supervivientes. Cada día debes buscar un nuevo método de subsistencia e ir perfeccionando tus técnicas para conseguir burlar a tu hambriento depredador.
En numerosas ocasiones, he llegado a pensar que quizás sea que la mayoría de la gente que trabaja allí cumple el típico tópico del profesor amargado, sumergido en el mundo de la docencia porque si intenta desarrollarse o explayarse en otros campos, se siente inferior y no tiene ese sentimiento de poder, de superioridad, de tener el futuro de un puñado de jóvenes en sus manos.
Aunque, eso si, gracias a Dios contamos con unos inspectores, y unas personas muy caritativas que recomiendan ciertas revisiones por si pueden así solucionar el gran problema que puede tener alguno de sus tan queridos, amados y apreciados alumnos.
Pero puede que dichos inspectores no sean tan efectivos en los casos en los que gracias a ventajas absurdas y perjudiciales, otorgadas a ciertas personas que se lo han currado realizando ese trabajo tan costoso y desagradable que consiste en chupar el culo del jefe para anular esa posible objetividad y cambiarla por un trato muy poco profesional y subjetivo, ya que no tienes la formación suficiente para desarrollar tu trabajo con una mínima brillantez y decencia, como es el caso de N., a quién se califica muy bien en una redacción elaborada por un amigo mío, que algún día lograré publicar.
Lo cierto es que se me hará raro el no oír el maldito despertador cada mañana a las siete, como si me hablara diciéndome: "Jódete, jódete, que es hora de levantarse" y el hacer el esfuerzo de no pararlo y seguir durmiendo, igual que el sonido de los timbres, los niños de párvulos desgañitándose, el cambio de idioma de Paco para mandar cerrar las ventanas, las calumnias de Penalba, los tarareos de Fredi, la cara de Herranz cuando descubre quien le llama por el móvil cuando está en clase, el intento de Francesc por contener la risa, las correcciones de Mayans al profesor, mis actividades “espiatorias” en la puerta esperando al siguiente profesor… ¡Son tantas cosas!
Lo echaré mucho en falta, aunque espero, si todo va como yo espero que vaya, que el doce de septiembre del curso que viene, todo vuelva a su cauce.
Buenas noches y hasta mañana.