14 junio, 2006

Otro curso pasa a la historia.

Otro curso más en ese bendito colegio, dónde durante toda mi vida me fui, me voy, y me iré formando como persona.
Parece mentira, pero es verdad, en ese colegio te formas como persona, pero no solo por la educación que te puedan dar educadores y otros supuestos, si no que únicamente observando, se aprende.
Se aprenden valores tan positivos como por ejemplo: la simpatía, la amabilidad, la buena convivencia, la tolerancia, etc. Aunque también malos, semejantes a las malas contestaciones, y el que más brilla por su esplendorosa presencia en cada uno de los resquicios de ese edificio, la hipocresía.
Ya me han dicho, y sé que es verdad, que decir siempre la verdad es muy bonito, pero poco..., ¿cómo podría llamarlo? ¡Ah si! favorable.
Todo esto podría ser comparado con un "reality show "de éstos que ponen ahora, Supervivientes. Cada día debes buscar un nuevo método de subsistencia e ir perfeccionando tus técnicas para conseguir burlar a tu hambriento depredador.
En numerosas ocasiones, he llegado a pensar que quizás sea que la mayoría de la gente que trabaja allí cumple el típico tópico del profesor amargado, sumergido en el mundo de la docencia porque si intenta desarrollarse o explayarse en otros campos, se siente inferior y no tiene ese sentimiento de poder, de superioridad, de tener el futuro de un puñado de jóvenes en sus manos.
Aunque, eso si, gracias a Dios contamos con unos inspectores, y unas personas muy caritativas que recomiendan ciertas revisiones por si pueden así solucionar el gran problema que puede tener alguno de sus tan queridos, amados y apreciados alumnos.
Pero puede que dichos inspectores no sean tan efectivos en los casos en los que gracias a ventajas absurdas y perjudiciales, otorgadas a ciertas personas que se lo han currado realizando ese trabajo tan costoso y desagradable que consiste en chupar el culo del jefe para anular esa posible objetividad y cambiarla por un trato muy poco profesional y subjetivo, ya que no tienes la formación suficiente para desarrollar tu trabajo con una mínima brillantez y decencia, como es el caso de N., a quién se califica muy bien en una redacción elaborada por un amigo mío, que algún día lograré publicar.
Lo cierto es que se me hará raro el no oír el maldito despertador cada mañana a las siete, como si me hablara diciéndome: "Jódete, jódete, que es hora de levantarse" y el hacer el esfuerzo de no pararlo y seguir durmiendo, igual que el sonido de los timbres, los niños de párvulos desgañitándose, el cambio de idioma de Paco para mandar cerrar las ventanas, las calumnias de Penalba, los tarareos de Fredi, la cara de Herranz cuando descubre quien le llama por el móvil cuando está en clase, el intento de Francesc por contener la risa, las correcciones de Mayans al profesor, mis actividades “espiatorias” en la puerta esperando al siguiente profesor… ¡Son tantas cosas!
Lo echaré mucho en falta, aunque espero, si todo va como yo espero que vaya, que el doce de septiembre del curso que viene, todo vuelva a su cauce.
Buenas noches y hasta mañana.

07 junio, 2006

Las sonrisas y las lágrimas


Después de su larga, absurda e hipócrita intervención ya no podía más, la cabeza me iba a estallar y la mandíbula se me desencajaba mostrando mi desagrado.
Cuando ha terminado, todo ha vuelto a su cauce, aunque ya sabía yo que eso venía por el efecto de la profecía 06-06-2006 que todavía no había hecho efecto.
Más tarde ha habido un reencuentro, pero esta vez cara a cara y con su desaprensiva forma de hacer las cosas nos ha desalojado dándonos las gracias. Lo cierto es que no he podido evitarlo, cara de sepia, como ha dicho David. Ha sido un "instinto", ha sido sin querer.
Pero ésto no ha sido todo, más tarde se ha producido un reencuentro, y de nuevo, y sin mirar a la cara, me ha vuelto a salir la cara de sepia.
Lo cierto es que en mi situación no debería hacerlo, debería controlar mis "instintos", pero el repelús que me provoca la hipocresía es superior a mi autocontrol.
Lo intentaré, de veras.

Buenas noches y hasta mañana.

01 junio, 2006

El movimiento "Skin head" llevado al límite.


¡No me podía creer lo que estaba pasando, era increíble!
Al salir del metro, en la estación más cercana a mi casa, mientras iniciaba mi paseo pensando en mis cosas, noté un golpe en mi hombro y un “¡Eh, tú! Muy autoritario.
Al girarme no divisé nada, pero al bajar un poco la cabeza, vi a un niño (niñato para ser exactos) de unos catorce años con una planta que recordaba mucho a la de los “skin heads” pero no dejaba de ser un burdo intento.
El diálogo fue corto, pero muy intenso. En cuanto giré la cabeza me saludó diciéndome: “Dame todo lo que lleves.” Debido a que su edad no debía superar los catorce años, y su estatura era un poco deplorable, no pude evitar el dibujar una sonrisa de admiración en mi triste cara, igual que tampoco pude evitar el decirle: “¿Pero qué me estás contando?” Su contestación a dicha pregunta fue: “Pues ya lo has oído, que me des todo lo que lleves.” En ese momento saqué a relucir me jerga y tono Santacolomino, : “¿Pero qué dices niñato?”, éste, impasible, volvió a repetirme la misma frase. Os juro que me dieron ganas de pegarle con la libreta que portaba en mi mano en su ahuevada cabecita, acompañando con un solemne: “¡Toooooooooooonto!”, pero en vez de rebajarme hasta su nivel (porque hubiera tenido que agacharme veinte o treinta centímetros) y cansado ya de ese estúpido ¿diálogo?, diálogo, le contesté: “Pues va a ser que no.” Seguí mi camino, siempre sin retirar esa sonrisilla de sorpresa que todavía se encontraba instalada en mi cara.
Lo cierto es que a veces, si paras a pensar, retrocedes un poco en el tiempo, y recuerdas tu “época” de los catorce, quince años, que tampoco es tan lejana, te das cuenta de cómo cambian las cosas en tan poco tiempo, es más, me atrevo a decir que, nadie que yo conozca, de mi “generación”, con esa edad osaba cometer semejante imprudencia, y no es porque yo me considere Hulk, ni Batman, Rambo o Spiderman, pero le podría haber costado un buen palo.
No sé chicos, ¡reflexionad!

Buenas noches y hasta mañana.